Essays
Breaking Stigmas and Combating the Human Trafficking Crisis
Author Jesse Leon shares ideas for how men and boys can be more included in the fight against human trafficking.
Jesse Leon is the author of I’m Not Broken and No estoy roto, and is a social impact consultant to foundations and investors on ways to address issues of substance abuse/addiction, affordable housing, and mental health.
America’s sex trafficking crisis is worse than you think. And it happens to boys too.
I should know.
From age 11 to 14, I was sexually abused and trafficked without my parents knowing. My perpetrators introduced me to drugs and, by the time the authorities got involved, I was addicted.
Then I was victimized a second time. This time by the system that was supposed to protect me.
Instead of receiving help, I was handed off to a soul-less therapist as a way for my school and the authorities to wash their hands of me. From age 14 to 18, I’d talk about my drug use and continued sex trafficking to my state-assigned therapist during our weekly sessions. Amazingly, she never recommended drug treatment or services for sexually exploited children. Down I continued through the nightmarish hell of drug addiction and the commercial childhood sexual exploitation of the streets.
Through a series of miracles, I was able to take my life back. At age 18, Narcotics Anonymous meetings helped me get clean and a new, caring therapist helped me heal, along with a group of peers who supported me with compassion and empathy. I went from surviving to thriving, graduating from UC Berkeley and Harvard. Now I’m able to return the favor, helping others thrive through my work in philanthropy and social impact investing.
Hoping for miracles is not a plan. The trafficking crisis is coming to a neighborhood near you. Soon – if it’s not there already.
The U.S. had 11,500 reported human trafficking cases in 2019, with sex trafficking making up the overwhelming number of reported cases1. One study in Minnesota found that over 5,000 high school-age youth traded sex in order to receive drugs, alcohol, money, food, a place to stay, or something else of value. Youth in juvenile correctional facilities, foster care, and unstable housing all reported higher levels of sexual exploitation.
The Human Trafficking Hotline reported that from January 2015 to June 2017, over 2,200 sex-trafficked individuals reported induced or exploited drug use as how their traffickers controlled them2. Most survivors (84%) say they used alcohol, drugs, or both during their trafficking experience to cope with reality, while 28% reported substance use was forced by their trafficker3.
We are not doing what it takes to combat the human trafficking crisis. The U.S. ranks 13th globally in its response to child exploitation and abuse, a low mark for a global superpower4. Now is the time to change course.
We need to do more for all victims of human trafficking, including boys and men who, despite biases around this topic, are disproportionately impacted. Youth who identify as LGBTQ+ are particularly vulnerable and 7.4 times more likely to experience acts of sexual violence than their heterosexual and cisgender peers5. Society doesn’t perceive boys and men as victims. Ingrained biases exist among service providers that they are more likely to perpetrate violence than experience it.
Women and girl survivors have played a key role in combatting sex trafficking by incorporating their perspectives and experiences. We can learn from their experiences. We must do the same for men, boys, and members of the LGBTQ+ communities.
Here are some ways we can begin to overcome these institutional biases:
- Create a multi-lingual, gender-affirming, public awareness campaign featuring male survivors to shift perceptions and encourage male victims to seek help.
- Create structured support groups with trained mental health professionals specifically geared for male survivors (including peer support groups and counseling). Men and boys are less likely to seek help due to stigma and shame caused by deeply-rooted gender role expectations and cultural norms leading to fear of judgment or being ostracized. Given that few programs are designed to address the needs of this population, the US Advisory Council on Human Trafficking categorized men and boys as an underserved population.
- Engage male survivors as paid expert consultants when creating new policies, programs, and trainings to empower them as active participants in the anti-trafficking field while creating inclusive support systems.
- Provide training on trauma-informed, culturally-competent, gender-affirming, multilingual care for mental health professionals that address co-occurring issues of substance use, mental health, and trauma.
- Train and hire racially and ethnically diverse male survivors as staff in criminal justice, social service, mental health, and health care systems to demonstrate that male survivors are welcome in these spaces.
En español
Romper estigmas y combatir la crisis de la trata de personas
El autor Jesse León comparte ideas acerca de cómo se puede motivar a hombres y jóvenes a participar en la lucha contra el tráfico de personas.
Jesse León es el autor del libro ‘No estoy roto’ (I’m Not Broken). Es consultor para fundaciones e inversores, a quienes asesora sobre temas de impacto social y acerca de las formas de abordar problemas de abuso/adicción a sustancias, vivienda asequible y salud mental.
La crisis del tráfico sexual en Estados Unidos es peor de lo que se piensa. Y también les sucede a los chicos.
Yo deberÃa saberlo, y lo sé
De los 11 a los 14 años, yo fui forzado sexualmente y sufrà de la trata sin que mis padres lo supieran. Mis perpetradores me introdujeron en las drogas y, cuando las autoridades se involucraron, yo era un adicto.
Luego, fui victimizado por segunda vez. En esa ocasión por el sistema que se suponÃa debÃa protegerme.
En lugar de recibir ayuda, me remitieron a una terapeuta sin alma como una forma en que mi escuela y las autoridades se lavaran las manos de mi problema. De los 14 a los 18 años, le hablé a mi terapeuta –asignada por el Estado– durante nuestras sesiones semanales acerca de mi uso de drogas y del tráfico sexual continuo en el que yo vivÃa. Sorprendentemente, ella nunca recomendó tratamientos o servicios de drogadicción para niños explotados sexualmente. Yo continué hundido a través del infierno de pesadilla de adicción a las drogas y la explotación sexual infantil comercial de las calles.
A través de una serie de milagros, pude recuperar mi vida. A los 18 años, las reuniones de Narcóticos Anónimos me ayudaron a estar limpio, y un nuevo terapeuta afectuoso me ayudó a sanar, junto con un grupo de compañeros que me apoyaron con compasión y empatÃa. Pasé de sobrevivir a prosperar, graduándome de UC Berkeley y Harvard. Ahora puedo devolver el favor, ayudando a otros a progresar a través de mi trabajo en filantropÃa e inversión de impacto social.
Quedarse esperando milagros no es un plan. La crisis del tráfico está llegando a un vecindario cercano a usted; o lo hará pronto, si es que ya no está allÃ.
EE. UU. tuvo 11.500 casos denunciados de tráfico de personas en 2019, donde la trata sexual representó una abrumadora cantidad de éstos1. Un estudio en Minnesota encontró que más de 5.000 jóvenes en edad escolar intercambiaron sexo para recibir drogas, alcohol, dinero, comida, un lugar para quedarse o algo de valor. Sobre los jóvenes en centros correccionales juveniles, hogares de acogida y viviendas inestables informaron de niveles más altos aún de explotación sexual.
La LÃnea Directa contra el Tráfico de Personas señaló que, desde enero de 2015 hasta junio de 2017, más de 2.200 personas, vÃctimas de esa trata sexual, informaron sobre el uso inducido o explotado de drogas como la forma en que sus traficantes las controlaban2. La mayorÃa de los sobrevivientes (84 %) dice que usó alcohol, drogas o ambas sustancias durante su experiencia con ellos para hacer frente a la realidad, mientras que el 28 % informó que el tratante los obligó a consumir sustancias3.
No estamos haciendo todo lo necesario para combatir la crisis de la trata de personas. Estados Unidos ocupa el puesto 13 a nivel global en su respuesta a la explotación y el abuso infantil, una calificación baja para una superpotencia mundial4. Ahora es el momento de cambiar de rumbo.
Necesitamos hacer más por todas las vÃctimas de la trata de personas, incluidos los niños y los hombres que, a pesar de los prejuicios en torno a este tema, se ven afectados de manera desproporcionada. Los jóvenes que se identifican como LGBTQ+ son particularmente vulnerables y 7,4 veces más propensos a experimentar actos de violencia sexual que sus pares heterosexuales y cisgénero5. La sociedad no percibe a los niños y hombres como vÃctimas. Existen puntos de vista arraigados, entre los proveedores de servicios, de que es más probable que éstos perpetren violencia en lugar de que la experimenten.
Las mujeres y niñas sobrevivientes han jugado un papel clave en la lucha contra el tráfico sexual al incorporar sus perspectivas y experiencias. Podemos aprender de sus acciones. Debemos hacer lo mismo con los hombres, los niños y los miembros de las comunidades LGBTQ+.
Aquà hay algunas formas en que podemos comenzar a superar las actuales percepciones institucionales:
• Crear una campaña de concientización pública multilingüe, que, afirmando el género, presente a los sobrevivientes masculinos para cambiar las percepciones y alentar a esas vÃctimas a buscar ayuda.
• Crear grupos de apoyo estructurados con profesionales de la salud mental, capacitados especÃficamente para hombres sobrevivientes (incluidos grupos de apoyo de pares y asesoramiento). Es poco probable que, tanto los hombres como los niños, busquen ayuda debido al estigma y la vergüenza causados por las expectativas de roles de género y las normas culturales profundamente arraigadas, que conducen al miedo, al juicio previo o al ostracismo. Dado que pocos programas están diseñados para abordar las necesidades de esta población, el Consejo Asesor sobre la Trata de Personas de EE. UU. (US Advisory Council on Human Trafficking categorized) clasificó a los hombres y niños como una población desatendida.
• Involucrar a los sobrevivientes masculinos, como consultores expertos pagados, cuando se vayan creando nuevas polÃticas, programas y capacitaciones, para darles poder como participantes activos en el campo contra la trata, mientras se crean sistemas de apoyo inclusivos.
• Brindar entrenamiento para poder informar sobre traumas, de manera culturalmente competente y con capacidad multilingüe; con la intención de afirmar el género y que, tal información, sirva a los profesionales para que puedan abordar los problemas concurrentes de uso de sustancias, salud mental y trauma.
• Capacitar y contratar a sobrevivientes masculinos, racial y étnicamente diversos, como personal en los sistemas de justicia penal, servicios sociales, salud mental y atención médica para demostrar que tales supervivientes son bienvenidos en esos espacios.
Footnotes
1 https://worldpopulationreview.com/state-rankings/human-trafficking-statistics-by-state
2 https://humantraffickinghotline.org/en
3 Lederer LJ, Wetzel CA. The health consequences of sex trafficking and their implications for identifying victims in healthcare facilities. Ann Health Law. 2014;23(1):61-87. Google Scholar
4 https://www.prnewswire.com/news-releases/the-united-states-ranks-13-behind-the-uk-france-mexico-germany-and-canada-in-their-response-to-child-sexual-exploitation-and-abuse-301639769.html
5 https://www.sdcda.org/preventing/human-trafficking/Protecting-San-Diego-Kids